Homenaje a D. José Sempere, inspector de Educación con motivo de su jubilación
La Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga, quiere rendirle este pequeño homenaje como reconocimiento a su trayectoria profesional pero sobre todo a su trayectoria humana.
Sólo un verdadero corazón de artista, de músico como usted, podía ayudar tanto al mundo de la cultura y el arte malagueño. ESAEM quiere agradecerle hoy todo lo que somos.
Gracias por conseguir que estos jóvenes artistas puedan cumplir sus sueños y avancen con paso firme.
Gracias por hacer de nosotros lo que somos, sin usted no lo habríamos conseguido.
Con esta placa y con esta aula con su nombre ( Aula de Música José Sempere) ESAEM quiere dejar constancia de quien comenzó a guiar nuestros pasos y nos ayudó a escribir nuestra historia. En nombre del equipo directivo, claustro de profesores y de todos los alumnos le damos las gracias por enseñarnos a ponerle «música al corazón».
Equipo ESAEM
Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga
JOSÉ SEMPERE MACIÁ, INSPECTOR DE EDUCACIÓN
Artículo de Diario Sur del 12 Nov 2018
En el ámbito de la educación –y principalmente en el de la educación pública– el oficio de inspector puede ser muy ingrato, no precisamente escaso en momentos desabridos. Los que trabajan dentro del sistema, los profesores y profesoras, pueden vivirlo como una aterradora forma de fiscalización de su tarea, un perverso agente de burocratización de la enseñanza e incluso como un factor de distorsión en la aplicación de criterios estrictamente pedagógicos. Lo mismo puede valer para los equipos directivos, que bregan además con la presión de muchas atmósferas de la normativa laboral, los frágiles equilibrios de la representación o los continuos vientos cambiantes de la política educativa. Por otra parte, el alumnado (o los padres, madres o tutores del mismo) podrá deplorar, en el trance fallido de una alegación o en cualquier otro dédalo del gigante administrativo, la sufrida opacidad de los mecanismos ciegos, cuando no la supuesta sombra del corporativismo.
Si esto es así en la obligatoria, la constelación de prejuicios se adensa en las artísticas, porque su condición de enseñanzas de ‘régimen especial’ chirría en el diseño de serie trazado para la otra. En aquellas, el imprescindible concurso de una inspección que es mediación entre administración y administrados, garante de procedimientos, vigilante de deberes y salvaguarda de derechos, ha de medirse en los aires difíciles de lo distinto (ratios, currículos, horarios, infraestructuras, equipamientos), y desenvolverse en ese vacío interpretativo de lo singular que no se aviene a símiles generalistas.
No obstante, el máximum de la disonancia, de la desubicación, del extrañamiento, expresión la más diáfana de esa indeterminación en la que la solvencia de un inspector se la juega en el ejercicio de la aplicación normativa la constituyen, sin duda, las enseñanzas artísticas superiores, porque son el reino mismo del oxímoron: no universitarias, pero generadoras de titulaciones equivalentes a las de ese espacio; inscritas en el mismo nivel del Graduado (MECES 2), pero dependientes de estructuras propias de la secundaria. Inquilinas perpetuas, además, de un limbo de indefinición recalcitrante: a casi once años de la publicación de la Ley de Educación de Andalucía y de la creación del Instituto Andaluz de Enseñanzas Artísticas Superiores, los conservatorios y escuelas de Arte Dramático carecen todavía de un reglamento orgánico adecuado a su naturaleza y necesidades.
Es en este contexto en el que quiero celebrar aquí los muchos años de mediación inteligente, de eficiente gestión y de trato cercano de quien desde 2002 ha sido inspector de referencia de los conservatorios superiores de Música y Danza de Málaga: José Sempere Maciá. José, Pepe para los amigos, inspector de educación desde 1997, se jubila este mes de noviembre, y atesora un currículo en sí mismo singular, pues ha estado dedicado de manera exclusiva al Área de Enseñanzas Artísticas, de Idiomas y Deportivas desde hace casi dos décadas, tanto en la capital como en la provincia.
Para la minoración de esos terrores que cifrábamos arriba (y la salubridad de la gestión diaria) no se imagina el lector lo que ha significado contar con un inspector melómano, abonado de la Orquesta Filarmónica de Málaga, amante de la ópera, conocedor de la compleja dinámica del artista docente, dialogante y conciliador, poseedor de una inteligencia permanentemente ‘construens’ y, sobre todo, de una profunda calidad humana.
De una familia de honda tradición musical, debió su afición en ese campo a su padre, hombre de una gran formación cultural. Durante el Protectorado español en Marruecos estudió durante seis años en el Conservatorio de Tetuán. Tal vez porque la música clásica, y la ópera en particular, era un vínculo con esa Hesperia cuyos visajes más nostálgicos se refinaban al proyectarse desde un Oriente –Tetuán, Tánger, Casablanca– que tenía mucho de fábula; tal vez por ese ejercicio continuo de la imaginación y la añoranza, ha sido su desempeño profesional un lujo consciente de que regular la vertiente administrativa, pedagógica, institucional, de aquellas actividades cuyos frutos amamos es una manera de coadyuvar a su engrandecimiento.
Creo no exagerar si digo que a Pepe Sempere le hemos creído un hombre de reglamentos, un hombre de expedientes y dosieres, de visados e informes, de consultas y dictámenes, pero, en realidad, en cada palabra y en cada acto ha sido siempre un poco músico, si es que el músico, como quería Platón, no es al cabo sino aquel hombre en el que acaban primando la armonía, la moderación y la sindéresis, todo ello ritmado por esa saludable distancia que permite descifrar el componente humano en cada situación, por muy legalmente enrevesada que esta pueda presentarse.
Gracias por todo, querido Pepe, con nuestros mejores deseos para esa jubilosa etapa que estás a punto de empezar ahora: sabemos bien que de la música no vas a jubilarte nunca.
FRANCISCO MARTÍNEZ GONZÁLEZ DIRECTOR DEL CONSERVATORIO SUPERIOR DE MÚSICA DE MÁLAGA